Por favor antes de leer este capítulo lean el prólogo o se les hará un poco confuso.
___________________________
Miré por la ventana como las últimas gotas luego de una tormenta caían, golpeteando contra mi ventana. El sol se estaba asomando y ya casi no quedaba rastro de la terrible tormenta de la otra noche. Me entretenía ver como las ahora pequeñas e insignificantes gotitas de agua se deslizaban por el vidrio.
Decidí dejar de lado esa inocente distracción y comenzar el día de una vez. Iba a ser un largo día, eso sí.
Seguramente mi madre intentaría, otra vez, buscar al "caballero indicado" para mí. Y con "caballero indicado" se refiere a un hombre de buen linaje y mucho dinero que se case conmigo. Pero yo ya estaba harta de eso. Cada día llegaban a casa miles de pretendientes pidiendo mi mano. Pero día tras día rechazaba a cada uno de ellos. Y no era por ser orgullosa ni nada de eso, sino porque todos ellos eran iguales: ricachones estirados buscando una dama para matar su eterna soledad. Así era exactamente como to los veía.
Me puse uno de mis mejores vestidos: de estilo romántico, encantador, que transmitía un sentimiento de romántica fantasía. Era color rosa pálido, con unos leves volados blancos en las mangas. Y no lo tomen como una ironía de una niña rica y encima caprichosa, no. No me malinterpreten. Yo sí quiero encontrar el amor, un hombre que me quiera, cuide y yo devolverle todo eso, sin importar su linaje o clase social.
Me recogí el lacio y sedoso cabello rubio en un rodete muy elaborado, como solía hacérmelos.
Salí de mi habitación y bajé la interminable escalera de caracol hecha de mármol blanco que desprendía pequeños destellos cuando la luz de la mañana la iluminaba. Esto le daba un aspecto mágico y encantador, créanme.
Caminé hacia el gran comedor en donde me encontré con la típica mesa larga que iba desde una punta a la otra de la amplia habitación.
Mi padre estaba leyendo el periódico mientras tomaba su café hirviendo. Llevaba su formal traje de gala, como de costumbre. Ocupaba (ya rutinariamente) el asiento de la punta.
Mi madre estaba tomando su té de hierbas, mientras hablaba con Tori, sentada a su lado. La primera llevaba un largo y anticuada vestido color rosa salmón. Siempre había detestado ese vestido, pero a ella parecía encantarle. Tori llevaba un vestido de un celeste claro un tanto descolorido. Le quedaba precioso. Ambas se habían peinado con un rodete alto y elaborado, al igual que el mío.
-Buenos días-dije, mientras me sentaba cerca de mi padre.
-Buenos días cariño-respondió mi padre cariñosamente, con una de esas sonrisas especiales con las que lograba hacer que empezara bien el día.
-Buenos días, Char-dijo Tori, mientras untaba mermelada de arándanos en su tostada.
-Buenos días, Annabeth-respondió mi madre.
Detestaba que me llamara por mi segundo nombre, era irritante. Pero ella adoraba hacerlo, así que no dije nada.
Tomé la jarra de vidrio con leche y llené mi vaso. Estaba tomando un sorbo de esa leche fresca, cuando mi madre me dijo:
-¿Estás lista para conocer a tu prometido?
Casi me ahogo. Bajé el vaso, apoyándolo sobre la mesa.
Me limpié la boca con una blanca y suave sevilleta de tela. Luego de hacer esto, la miré.
-¿Disculpa?
-Lo que has oído-respondió, secamente-Hoy conocerás a Sir. Derek Michael Boissieu, un joven muy apuesto, proveniente de una familia muy adinerada e importante. Es un caballero encanta...
La interrumpí, intentando hablar con la mayor calma y respeto posible.
-Madre, ya te he dicho que no deseo conocer a ningún hombre más, se trate de un Conde o de un Príncipe.
Mi madre me miró, frunciendo el entrecejo ligeramente.
-No se trata de lo que tú desees, sino de los beneficios que este matrimonio traerá a nuestra familia...
-No puedes obligarme a amar a un hombre-dije fríamente.
Scarlett fruncía tanto el entrecejo que sus cejas estaban casi juntas en ese momento. Tomó aire y, con los labios apretados, replicó:
-No es necesario que lo ames, sino que te cases con él.
Me puse de pie súbita y bruscamente.
-¡Ya estoy harta de toda esta presión! ¡No aceptaré conocer a ningún caballero más!-toda serenidad había desaparecido de mi voz. Nunca fui una muchacha irrespetuosa ni con mis padres ni con nadie, pero esta mujer me irritaba. Me estaba obligando a casarme con un hombre que ni siquiera conocía. ¿¡Qué acaso no tenía corazón?! ¡¿Acaso todo era dinero para ella?!
Mi padre había dejado el periódico a un lado y nos miraba a mi madre y a mí, dudando entre intervenir o no.
Tori nos miraba en silencio, desde su lugar. Parecía completamente sorprendida por mi brusca reacción, para nada propia en mí.
Scarlett me miró, furiosa e indignada. Respondió, en un tono de voz fuerte y repleto de ira y frustración:
-¡No puedes seguir rechazando a todo hombre que se te presenta, señorita! ¡¿Acaso crees que a nosotros nos llueve el dinero?! Para tu información, cada día hay menos dinero y si tan solo dejaras esa fantasía de que algún día encontrarás al hombre perfecto y dejaras de ser tan egoísta, reflexionarías y aceptarías casarte con Sir. Derek. Al menos así contribuirías un poco con esta familia y evitarías que nos quedáramos sin absolutamente nada.
-¡¿Y por qué siempre toda la responsabilidad tiene que recaer sobre mí?! ¡¿Por qué no le pides a Tori que se case con él?!
-Porque tú eres la mayor, Annabeth.
No pude contenerme y respondí, gritando a todo pulmón:
-¡Soy sólo un año y medio mayor que ella!
Mi madre no dijo nada por un momento. Luego, con una voz muy serena, dijo:
-No hay nada más que hablar. Soy tu madre y harás lo que digo. Ahora, ponte algo apropiado, Sir. Derek está por llegar.
Me mordí la lengua para no responder de forma irrespetuosa e inapropiada.
-Con permiso-dije, intentando que mi voz de serenara, y salí del gran comedor con paso firme.
Subí y entré a mi habitación, cerrando la puerta de un golpe. Me senté en la cómoda que estaba pegada a mi ventana, sobre la cual había colocado varios almohadones y mantas. Fijé la vista en un ave que volaba allí afuera, mientras sentía como las lágrimas comenzaban a resbalar lentamente por mis mejillas. Envidiaba a ese pájaro. Él podía ser libre y volar por donde se le diera la gana. En cambio yo estaba obligada a casarme con un hombre al que no conocía aún. Así me sentí: como una pobre ave aprisionada en una jaula, sin poder escapar y volar lejos, lejos de este horrible lugar...
_______________________________
Ojalá les haya gustado el primer capítulo, y muchas gracias por sus comentarios y compartir su opinión conmigo.
Los quiere,
Hayley.